Según explica Katarina Jood, directora de la investigación, "descubrimos una asociación independiente entre el estrés psicológico autopercibido y el ictus isquémico. Un nuevo descubrimiento fue que esta asociación difería entre subtipos de ictus isquémicos".
Los autores del trabajo pidieron a 566 pacientes de ictus isquémicos y a 593 controles que tasaran sus niveles de estrés en una escala de seis puntos de 'nunca estresado' a 'permanentemente estresado durante los pasados 5 años'. Los pacientes se dividieron entre grupos de estresados y no estresados.
Cuando los investigadores compararon la incidencia del ictus y el tipo los resultados mostraron una fuerte correlación entre el estrés prolongado y la enfermedad de vasos sanguíneos grandes, enfermedad de vasos pequeños e ictus criptogénico.
"Nuestros resultados deberían ser interpretados con precaución ya que el diseño de casos y controles podría conducir a una estimación excesiva del estrés como un factor de riesgo del ictus. Sin embargo, el estudio contribuye con las indicaciones de que la asociación entre estrés e ictus podría diferir entre distintos subtipos de ictus y apunta a la necesidad de estudios prospectivos sobre la relación entre estrés e ictus", adelanta la investigadora.
El estrés podría estar a relacionado con conductas asociadas con una mayor susceptibilidad al ictus, como el tabaquismo, la inactividad física y el estatus socioeconómico. Además, la activación frecuente o persistente del sistema nervioso simpatético, el hipotálamo además de las glándulas pituitaria y adrenal podría también conducir a hipertensión y trastornos metabólicos que conducen a los ictus.
Los ictus en la actualidad son una de las principales causas de mortalidad en el mundo y causan alrededor del 9,7 por ciento de los fallecimientos según datos de la Organización Mundial de la Salud, por lo que conocer sus causas es un objetivo vital.
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